viernes, 25 de septiembre de 2009

...que dios nos pille confesaos...




Pues sí amigos, ese es, a partir de ahora, y a todos los efectos, mi lema. Porque en la vida hay que dar detallada cuenta de todo lo que a uno le pasa, bien sea por la cabeza, o por la vista. Hay que dejar testimonio de todo aquello que vivimos o pensamos, por muy absurdo que sea. Si no, no existirían ni los jefes de prensa, ni Hollywood, ni Dan Brown, ni la Biblia, ni el diario de Patricia.

Y, bien es sabido la esencial función que todos estos elementos aportan a la cotidianeidad de los seres humanos, aunque bien es cierto que algunos con mayor relevancia que otros (qué sería de la parrilla de antena 3 sin las telesiestas de los sábados y el diario)


De hecho, si te paras a pensar, todo en esta vida es contar. Toda la historia que dejamos atrás segundo tras segundo, son cuentos. Más largos, o más cortos, más interesantes o más aburridos, orales o audiovisuales,... qué mas da. Todas las artes de este mundo obedecen a alguien que necesita contar algo (en su día, Hitchcock dijo: "El cine es como la vida misma, sólo que sin los momentos aburridos") Y lo mejor de todo es que se pueden contar mil cosas y de mil maneras:

Si cuentas lo que te dicen que cuentes intentando ser neutral, entonces eres periodista (si fracasas en el intento de la neutralidad y quedas en ridículo, entonces eres Urdaci)


Si todos tus cuentos empiezan por: "Por aquellos tiempos..." Eres el Abuelo Cebolleta.


Si todos tus cuentos tienen moraleja, eres profesor de infantil (Si la moraleja suele ser algo como... "y eso le pasó a la sobrina de la del 3º por no estudiar lo suficiente", entonces eres madre)

Si cuentas fantasías y mundos utópicos para intentar engañar nuestro ente racional, entonces eres Tim Burton (a no ser que Helena Bonham Carter no salga en tus cuentos, entonces eres político)


Si hablas de un hombre con poderes divinos que atraía a las masas, eres cura (o J.K Rowling)


En resumen, todo en este mundo sigue vivo si puede ser contado y existe alguien que lo cuente. Por eso, les animo a que dejen testimonio de todo lo que pueda pasar al mundo de las palabras. Quizá su vida no merezca ser publicada por Dan Brown (dios les salve), ni pueda optar a un Oscar, ni ser religión, quizá ni siquiera pueda servir de mal ejemplo...

Pero, al menos, el día del juicio final, dios nos pillará confesaos.

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